// Abejas urbanas. Myriam Fernández. Crónicas de ciudad. Evocaciones

Abejas urbanas

Myriam Fernández Duque

Nodo Virgilio Barco
Crónicas barriales – Espacios creativos
Biblored

Vivía con mis dos gatos y mi perro en el primer piso de un apartamento en la carrera 3ª de Chapinero alto. A las seis de la mañana dejaba salir a los gatos por una ventanilla con vista a la acera y acceso a los antejardines vecinos. Tal maniobra coincidía con el recorrido de un hombre que, a la misma hora y en el mismo lugar, cargaba ramos de eucalipto y un costal con curubas a su espalda. El hombre no tardó en asomarse por la abertura gatuna: la cara larga de ojos enrojecidos, mejillas hundidas y dientes cariados para pregonar a todo pulmón, con un grito imposible de ignorar, la venta de la cosecha recién recogida en el cerro. Indignada por la intromisión casi física dentro de mi espacio privado, me negué repetidas veces.

El hombre porfió a diario hasta que me rendí de oírlo gritar y negocié la compra de un lote pequeño de cada producto para un día fijo de la semana a cambio de que él usara un tono de voz suave para anunciarse. El trato otorgó beneficios para todos: el hombre obtuvo una venta semanal, yo pude saborear mi café matinal sin sobresaltos, mis animalitos recobraron la ausencia de estrés y el aroma del eucalipto se añadió al ambiente interior.

En ocasiones, algunas abejas llegaban camufladas dentro de los tallos y las hojas. El perro y los gatos, después de algunos intentos por molestarlas, no tardaron en darse cuenta del aguijón que portaban en sus cuerpos diminutos y optaron por ignorarlas. Yo me abstuve de ademanes bruscos que pudieran ser señal de ataque. Ellas, a la menor oportunidad, se escapaban por la ventana abierta. Una de tantas tardes tranquilas en la vecindad, poco antes de oscurecer, oí el zumbar de un enjambre cercano y encontré el origen frente a la casa. Allí mismo revoloteaban decenas de abejas, buscando el ingreso a un panal instalado justo sobre el marco de mi ventana.

Durante los siguientes días crecieron en número sin que representaran un peligro, por el contrario se veían muy ocupadas en las labores propias de adecuación de su hogar y no nos molestaron en nuestro quehacer al interior ni tampoco picaron a los transeúntes. Sin embargo, los vecinos me buscaron alarmados y alguna voz amenazó con prender candela debajo del panal. Sin más demora me comuniqué con los bomberos. A la mañana del día siguiente, el vecindario despertó con el sonido de la campana del emblemático carro tanque rojo. Salimos a recibir a la cuadrilla compuesta por el conductor, una joven capitana al mando y dos bomberos más. Ella advirtió la presencia de la abeja reina, razón por la que -nos dijo- se había aglutinado a su alrededor un nutrido ejército. Mientras se ponía el traje, guantes y careta, la capitana se dirigió al grupo de hombres, mujeres y niños reunido frente a mi puerta y nos instruyó con una amena charla didáctica acerca de los cambios ecológicos que causa la intervención humana cuando se apropia y traslada indebidamente los recursos forestales, motivo por el que en el caso de las abejas era necesario devolver el panal, la reina y los vasallos al hábitat natural en el cerro.

Los bomberos acomodaron la escalera frente a mi ventana y la capitana subió unos escalones hasta que sus ojos cubiertos estuvieron a la altura del panal. Con una mano despegó el panal bajo el bordillo de la pared, lo introdujo dentro del guacal enmallado que sostenía con la otra mano y aseguró la compuerta cuando la última abeja voló dentro. El tiempo que duró la acomodación para el trasteo fue seguido por la silenciosa contemplación de los testigos de tan peculiar desalojo. Nos despedimos con un aplauso para las protagonistas.

Esa noche mis animalitos buscaron con las orejas paradas el zumbido y yo extrañé la presencia de las visitantes del cerro. Nos alegramos a la vista de dos abejas que se quedaron encerradas en el apartamento. Pero al tercer día en la mañana tuve que llamar a los bomberos porque nuevas abejas estaban colonizando el mismo territorio exterior bajo la ventana. El carro rojo, el conductor y la capitana hicieron la segunda aparición y en el vecindario nos agrupamos para verlos. Ella observó que la miel dejada sobre la pared continuaba atrayendo a otras abejas rezagadas en los alrededores del barrio y repitió el proceso de desalojo y traslado. Me pidió cepillo, un balde con agua y jabón en polvo, y lavó la pared.

No logré convencer al vendedor acerca de la pedagogía ecológica y tuve que acceder a comprarle una ración semanal de curubas orgánicas. Por segunda vez, en mi apartamento quedó el vacío dejado por la ausencia final de las visitantes y por el olor de eucalipto, cada día desvanecido.

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Crónica de Myriam Fernández, participante de las Crónicas Barriales de BibloRed 2017 en el Nodo Virgilio Barco.

Tabla de Contenido

| Características

Título
Abejas urbanas. Myriam Fernández. Crónicas de ciudad. Evocaciones
Creador
Fernández, Myriam
Tema
Crónicas
Descripción
Crónica de Myriam Fernández, participante de las Crónicas Barriales de BibloRed 2017 en el Nodo Virgilio Barco.
Publicador
Red Distrital de Bibliotecas Públicas. BibloRed (Bogotá)
Colaborador
Restrepo Acosta, Felipe
Formato
TEXTO
Identificador
ISBN:
Cobertura espacial
Bogotá (Colombia)
Fecha
2017
Texto
Abejas urbanas Myriam Fernández Duque Nodo Virgilio BarcoCrónicas barriales – Espacios creativosBiblored Vivía con mis dos gatos y mi perro en el primer piso de un apartamento en la carrera 3ª de Chapinero alto. A las seis de la mañana dejaba salir a...

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Abejas urbanas. Myriam Fernández. Crónicas de ciudad. Evocaciones
Creador
Fernández, Myriam
Tema
Crónicas
Descripción
Crónica de Myriam Fernández, participante de las Crónicas Barriales de BibloRed 2017 en el Nodo Virgilio Barco.
Publicador
Red Distrital de Bibliotecas Públicas. BibloRed (Bogotá)
Colaborador
Restrepo Acosta, Felipe
Formato
TEXTO
Identificador
ISBN:
Cobertura espacial
Bogotá (Colombia)
Fecha
2017
Texto
Abejas urbanas Myriam Fernández Duque Nodo Virgilio BarcoCrónicas barriales – Espacios creativosBiblored Vivía con mis dos gatos y mi perro en el primer piso de un apartamento en la carrera 3ª de Chapinero alto. A las seis de la mañana dejaba salir a...